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No hay razón para atarse a un ser cuya trascendencia puede ser transitoria y su presencia permanente

  • Gengibre
  • 3 ago 2011
  • 4 Min. de lectura

How old are you?How old are you?How old are you?, How old are you?How old are you? How old are you?How old are you?How old are you?, How old are you?How old are you? How old are you?How old are you?How old are you?, How old are you?How old are you? How old are you?How old are you?How old are you?, How old are you?How old are you? No son los años que cumples la edad que tienes hoy o tendrás mañana,son los minutos en los que verdaderamente te has sentido realmente viva,son los momentos en los que has hecho lo que se te ha venido en gana,sin pensar en consecuencias,mas allá del bien y del mal,pisando los remordimientos y las culpas y has sonreído en silencio por ello mientras algún otro día te has sorprendido a ti misma en tu soledad recordando tu pasado comiendo helado bajo la lluvia con las pupilas dilatadas, son los momentos que son solo tuyos,los que has vivido tu a tu forma, en tus tiempos,con la intensidad y energía puesta en ello,con ayuda de algunos cómplices pasajeros de aquellas sensaciones ya sentidas y consumadas,pero en fin vividas.


No está escrito en ningún sitio que la vida tenga un significado universal, ni que prefiera la alegría a las tristeza,o que todo el mundo prefiera los días soleados a los nublados y fríos. No está escrito que la voluntad tenga derecho a imponerse sobre la naturaleza pero solo así se logra sentir algo. No hay razón para atarse a un ser cuya trascendencia puede ser transitoria y su presencia permanente. Nadie nos obliga, ni puede obligarnos, a decir para siempre.

Y sin embargo más de una vez lo decimos. pero que al final, por más que nos neguemos a verlo, estaba de paso. Se van quedando los días, que ya fueron, y al mirar atrás, son los recuerdos que nos recuerdan aquello que fuimos. Tal vez en algún momento soñemos con escapar de esta condena, porque al querer ser otros, nos condenamos irremediablemente a ser lo que ahora somos. Y pesa. ¿Pero acaso no pesan también los besos, las palabras que dijimos, el daño que hicimos y el que nos hicieron, acaso no pesa también la historia invisible que arrastramos con los años cumplidos? por esto vale la pena vivir. No sólo existe lo que puede verse, existe también lo que se intuye, lo que se promete, lo que se da, existe lo robado y lo que no conseguimos robar. La vida se amontona en los márgenes de los años que año tras año soplatos en velitas como queriendo espantar la muerte,en vez de recibirla sonriendo como un premio,y poco a poco se va convirtiendo en una nota al pie de la página de nuestra historia.


Y en la temporada de las lluvias, no se borran nunca todos los caminos de vuelta a casa. cumplir años nos recuerda un tiempo anterior a el ahora,a lo que somos hoy, antes de ser señalados, y recuerda, un tiempo de soledad, antes de ser amados,odiados,extrañados y olvidados, aunque a menudo no recuerde con precisión el motivo de todo lo sucedido. Las señales que dejamos nos permiten reconstruir las cosas que rompimos. Se avanza a tientas por el pasado, y aunque no todas las piezas encajan, y algunas ni aparecen, poco a poco, se reconoce un olor, un momento, una noche, o el color de sus ojos. Las señales que dejamos al avanzar en el presente, nos traen algunas de las cosas que tuvimos, que fueron nuestras, cuando el tiempo no existía, y la memoria no era necesaria.


Porque puede ser que con los años y la vejez nada se recuerde, pero también puede ser que la vida se empeñe en pelear contra la muerte irremediable, como un boxeador sonado y persistente en no dejarse caer con miles de arrugas en su traje hecho de piel. Puede ser que los días se sobrepongan al rigor de los días, que todo se sume y se amontone, que nada se pierde del todo. Y puede ser que la piel quiera recordar después de todo, los nombres de algunas personas, y las causas de todas las batallas, ganadas, o perdidas, y que los pasos en la nieve no se vayan con la nieve. No es imposible, que lo que pareció arrogancia o locura termine por dar fe de lo que fuimos, y que nuestras manos se llenen, cuando ya no esperemos nada, de nuestros pasados y, tal vez, de otros futuros.


No puede descartarse que en algún momento, recuperemos el orgullo y el sabor de lo vivido. No puede descartarse que volvamos sobre nuestros pasos cada vez que cumplimos años y son menos los amigos,los regalos y mas pequeño el pastel, que reencontremos el sentido a lo perdido, ni debería ser imposible, y seguramente lo sea, que llegado el día, volvamos a entender el código cifrado de nuestros años vividos, el mensaje en la botella que lanzamos hace mucho, muchos años,mientras naufragábamos.


Puede ser, incluso, que al final del camino, volvamos a hacer las paces con el tiempo y empecemos a entender, de nuevo, como niños que recuerdan donde escondieron sus tesoros, nuestros años vividos con sus implicaciones.

 
 
 

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